¿Caridad o cumplimiento de derechos?
- Raquel Triano
- 11 abr 2019
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 12 abr 2019
En el centro del antiguo barrio de Las Arenas, en Terrassa, hace ya más de un año que Catering Social Tkabre sus puertas cada día a las 10 de la mañana. Bajo la imagen de una polleríase encuentra uno de los pocos comedores sociales que existen en la ciudad.
Es un local pequeño. Justo en la entrada hay una pizarra: Lentejas, flamenquines, pan y postre a 5 euros. Tras el mostrador se encuentra José, es la imagen del establecimiento. Él es quien se encarga de gestionar la economía, realizar los pedidos y despachar a los usuarios.
Justo en este momento esta limpiando las vitrinas del expositor, que dentro de unas horas se llenará para volver a vaciarse. Tan solo unos metros le separan de sus compañeras. De entre el ruido de los fogones, las sartenes y el grifo pueden diferenciarse dos risas que provienen de la otra sala. Son María y Mari, las cocineras.
María Manzanares explica que ella es la encargada de la cocinaen términos generales, y que trabaja codo con codo con su compañera desde hace poco más de un año. Aún faltan un par de horas para que los vecinos acudan al establecimiento para recoger su plato de comida diario y ya está casi todo listo.

Cocinan para casi 100 personas diariamente, y entre ellas se encuentran tanto las que acuden a modo comedor social y quienes pagan el menú económico de cinco euros. Los usuarios son derivadosal catering social mediante los servicios sociales que ofrece el ayuntamiento de Terrassa, dependiendo de la zona en la que vivan. Otra forma de obtener el bonus para recibir el servicio de alimentación es gracias a la parroquia de Las Arenas.
María está empezando a empaquetar los alimentos mientrasexplica el funcionamiento del catering: se ofrece un menú con un coste de cinco euros, este cuenta con primer y segundo plato, media barra de pan y postre. “Los platos son abundantes, algunos vecinos dicen que nos pasamos con la comida y que incluso tienen para cenar”. Las cocineras insisten en que intentan paliar lo que correspondería a los gastos generales de una familia en comida al día. Cuenta que trabajan movidos por la empatía; tanto el dependiente como las cocineras han pasado por una situación similar a la de quienes vienen a recoger comida.
“Es necesario concienciar al resto de que su labor no es ayudar a los demás, sino que están cumpliendo con sus derechos”
La cocinera recalca que todo el mundo tiene derecho a comer, y que ella misma se encontraba perdida y no tenía recursos suficientes para salir adelante con sus hijos, y hace diez años decidió acudir a la parroquia del barrio. “No me avergüenzo de decirlo, a pesar de que hoy soy yo la que sirve platos, yo he estado al otro lado, y he necesitado la ayuda de otros para poder comer”. Gracias a las colaboraciones con la iglesia conoció al Padre Toni, el parroquiano de la zona e impulsor de este proyecto. El parroquiano le propuso contar con ella para llevar a cabo su idea de ayudar a las personas sin recursos, y así, ofrecerle también un trabajo.
El comedor es una entidad privada y siempre existe la incertidumbre de si alcanzará la cifra necesaria para continuar un mes más. La parroquia es uno de los motores básicos de sustentación del comedor y se complementa con aportaciones económicas y donaciones.
El catering cuenta cada vez con más usuarios y cumple con sus objetivos. Hace poco más de dos meses que han conseguido abrir unanueva sala comedor con el soporte de Càritas, que se encuentra a unos 150 metros del establecimiento y a partir de las dos del medio día los necesitados pueden acudir para recibir el mismo menú que se ofrece en el catering.
Raquel Triano Morales
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