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Catering Social TK: un nuevo modelo de comedor social

  • Foto del escritor: Alimentar es Sumar
    Alimentar es Sumar
  • 24 may 2019
  • 10 Min. de lectura

Actualizado: 24 may 2019

En todas las ciudades hay personas sin recursos que no pueden llegar a fin de mes, que su sueldo no les permite darse ningún capricho, ni tan siquiera el de comer. Espera: comer no es ningún capricho. Miles de personas se quedan cada día sin un plato de comida en su mesa y necesitan ayuda para seguir adelante. Es aquí donde actúan los comedores sociales.

 

Los comedores sociales no son algo nuevo. Hace siglos que estas organizaciones caritativas ofrecen comida a los más necesitados. Podríamos definir un comedor social como una organización pública de beneficencia que da de comer de manera gratuita o con una pequeña contribución a personas con recursos escasos.


A raíz de la crisis económica, en España el número de asistentes a estas organizaciones se multiplicó: de 370.000 personas en 2007 a más de un millón en 2011. Si bien hace unos años el usuario más común de un comedor social era un inmigrante o un “sin techo”, hoy en día no hay un perfil concreto de asistente.


En 2011, más de un millón de personas eran usuarias de comedores sociales

Según datos de 2018 del Instituto de Estadística de Cataluña, un 20% de los catalanes está en riesgo de pobreza. Terrassa, ciudad situada en la provincia de Barcelona, también un municipio afectado por la crisis y que, aún hoy, arrastra las consecuencias. Según datos del Ayuntamiento, un 19%, de los habitantes viven una situación de precariedad económica. Con cifras más claras: 40.948 personas viven por debajo del umbral de pobreza.


Esta situación extrema provocó que los comedores se saturaran: Largas listas de espera y pocos recursos para dar de comer a los más vulnerables. Es importante destacar que, según la normativa, cada 40.000 habitantes debe haber un comedor social, y en Terrassa no hay, y la habitan 200.000 personas. Esta situación se solventa a partir de convenios entre el Ayuntamiento y diferentes organizaciones caritativas de la ciudad como Fundación Busquets, Cruz Roja o Cáritas.


Estos acuerdos hacen que los servicios sociales de Terrassa se encarguen de la gestión de los miembros de los comedores, y deciden quién podrá ser usuario. A partir de ese momento, se derivan a las personas a un comedor, que sin ser propiedad del ayuntamiento, sí que se les cede esa capacidad de control.


Sin embargo, las plazas son limitadas, y en algunos casos la situación es insostenible, por eso se crean nuevas alternativas para ayudar a los más necesitados, como voluntarios, parroquias que colaboran ayudando a los vecinos, o recogidas de alimentos en escuelas. Incluso aparecen fundaciones nuevas y alternativas que crean proyectos de ayuda social.


Antes de continuar con el cuerpo de este reportaje, os presentamos a la entidad en la que se centra: Catering Social TK.


Hace dos años, desde Fundación Tk de Barcelona, se creó Catering Social TK, en el antiguo barrio de Las Arenas, en Terrassa. Se trata de una pollería en la que José, Mari y María trabajan de manera voluntaria cada día para dar una comida digna a las familias del barrio que viven una situación de pobreza. Este proyecto también fue promovido desde la Iglesia, por el párroco del barrio, el padre Toni. Él fue quien buscó a los voluntarios, que por aquel momento estaban pasando una mala racha económica y personal.


La iglesia se ha convertido en una de las fuentes de financiación del Catering. Proporciona dinero para cubrir gastos y mantener a flote el proyecto. La Fundación TK, por su parte, se ocupa de los gastos del local como el alquiler, la luz y el agua. Los vecinos también aportan su granito de arena donando alimentos. Estas tres vías de financiación son las que permiten la existencia de este proyecto.


La iglesia cubre los gastos y la Fundación TK se encarga de la luz, el alquiler, la luz y el agua.

Ofrecen cada día menús económicos a 5 euros que incluyen un primer y segundo plato, acompañados de una barra de pan y el postre. Allí cocinan y atienden a los clientes, que suelen ser unos 70 diarios aproximadamente. A pesar de que aparentemente pueda parecer un negocio, esta no es una pollería normal. También es un comedor social.


El comedor se encuentra a apenas una calle del Catering Social. Sobre la puerta del edificio, encontramos un cartel: Càritas. Parroquias de Sant Pere y Santa María de las Arenas. Esto es debido a que Catering Social y Cáritas comparten este local: el primero tiene instalado un comedor social, y el segundo tiene alquilada la trastienda como almacén de alimentos que reparten dos veces al mes. Pero hay que tener en cuenta que Cáritas no colabora activamente con el comedor.

Entrada del comedor - Foto por Jose Manuel Morcillo

En la puerta, un pequeño cartel: abierto de lunes a viernes. En el interior, paredes de colores pastel y el suelo azul eléctrico, con tres mesas alargadas que pueden llegar a acoger a 30 personas. Allí se encuentra Ana Hita, responsable del comedor, que con una gran sonrisa nos invita a pasar. Es casi la una del mediodía y se encuentra preparando una de las mesas del comedor. Ana es una vecina del barrio que, igual que los voluntarios del catering, fue escogida para este proyecto. “Fue idea del padre Toni”, dice Ana, que afirma estar encantada con su voluntariado.


Se presenta como una mujer de 39 años, con dos hijos y divorciada, “He pasado lo mío, pero ahora quiero dedicarme a ayudar”, explica.  Su labor en este local no es solo mantener el orden y servir la comida, también se dedica a tratar con los usuarios, recibirles de una forma cálida y hacerles sentir como en casa. La voluntaria explica que es una función complicada, porque al final cada persona tiene sus problemas. Sin embargo, afirma que la satisfacción de ayudar es mucho mayor.

Mesas del comedor listas para la hora de abrir - Foto por Marina Salvador

Ana se encuentra preparando una de las mesas del comedor. “Hoy solo vendrán nueve personas”, explica. Muchos de los usuarios habituales se encuentran ahora mismo practicando el Ramadán, pero la media de asistentes suele ser de 25 personas. El volumen de usuarios suele ser estable, pero siempre hay gente que evoluciona: “Los asistentes se marchan cuando encuentran trabajo o una situación de estabilidad”. Ana cuenta que la mayoría son hombres de unos cuarenta años, pero hay de todo, incluso jóvenes de 20 años. En algunos casos, ha podido entablar amistad con algunos usuarios y se emociona al hablar de cómo han crecido y prosperado. Tal y como explica, son una pequeña familia.


"Los asistentes se marchan cuando encuentran trabajo o una situación de estabilidad"

La mujer coloca las aceiteras en la mesa y ultima los detalles para que todo esté preparado para los usuarios del comedor. Justo en ese momento aparece Jose con el  carro de comida preparada en la pollería. El menú de hoy es una gran paella, acompañada de huevos duros y una variedad de fruta. Entre los dos, colocan la paellera en un largo mostrador y tras preguntarse cómo ha ido la mañana, Jose se marcha.


Ana sigue preparando todo lo necesario para los usuarios,  y mientras corta una barra de pan, explica: “Aquí hemos hecho de todo, yo he tenido hasta gente durmiendo. Te acostumbras a ayudar y te vuelcas, pero eso tampoco es bueno, porque ellos se acostumbran también, y tienen que ser más independientes”.


Cuenta cómo es la primera vez que alguien acude al comedor, pero afirma que cada persona es un mundo. Los usuarios llegan hasta Catering Social a través de servicios sociales. La responsable explica que hay gente más atrevida, y que entra sin ningún tipo de prejuicio, otros sienten vergüenza. Cada persona tiene sus problemas, y aunque Ana hace todo lo posible por hacerles sentir a gusto, “lo ideal es dejarles su espacio”, dice la voluntaria.


A las dos menos cuarto llegan dos personas al comedor. Ana se acerca a ellos y los saluda acaloradamente. Son Carmen y Abdul, de 67 y 42 años respectivamente. Carmen es del barrio, una mujer que se ha visto abocada a una situación de precariedad. Ha trabajado toda su vida de costurera, hasta que una lesión en la mano le impidió seguir en su puesto. Con una pensión que describe como “miserable”, soltera y sin hijos, su situación se ha ido agravando con el paso de los años. “He pasado mucho tiempo deprimida, ahora intento no pensar”, dice.

Carmen y Abdul - Foto por Marina Salvador

Abdul es un hombre senegalés, que llegó a España hace 10 años en busca de nuevas oportunidades. Por desgracia, sus sueños se vieron frustrados al llegar a Terrassa. Sin conocer el idioma, sin hogar ni apoyo, se buscó la vida ocupando trabajos precarios y en albergues sociales. Poco a poco se fue estabilizando en su nueva vida, pero la crisis fue demoledora para él. “Hubo semanas en las que apenas podía comer”, explica cabizbajo, “no sabía dónde ir”.


Ambos llegaron al comedor de Catering Social por los servicios sociales. Dicen estar muy agradecidos con el personal y con el trato que reciben. A pesar de que al principio fue duro, tal y como explica Carmen, “me acostumbré y empecé a tomármelo de otra manera”.


Los dos se sientan en la mesa, cada uno tiene un sitio asignado. Uno frente al otro, comparten una charla mientras Ana les sirve el menú del día. Después, la encargada se sirve a sí misma y se sienta a comer con ellos. Justo en ese momento entra por la puerta otra usuaria del comedor. Con una personalidad mucho más introvertida, evita hablar con nosotros. Ana le sirve su ración con una sonrisa y se sienta al lado de Abdul a comer en silencio.


Sorprendentemente, la situación dista mucho de lo que la sociedad define como comedor social. Lo que en teoría era un ambiente austero, hostil y silencioso, en este caso es una tertulia de sobremesa, en la que cuatro personas comparten sus vivencias, sus historias y sus bromas, en lo que parece ser una quedada de amigos.


Abdul es el primero en levantarse e irse, sin apenas decir nada. La mujer recién llegada finalmente se abre con nosotros, y nos cuenta que se ha visto abocada a una situación de precariedad por una mala inversión justo antes de la crisis. “Eso me ha hecho estar donde estoy, no sabes cuánto me he arrepentido durante muchos años”. Sin embargo, parece que su situación empieza a mejorar, ha encontrado un trabajo estable como dependienta y confía en que el mes que viene deje de necesitar la ayuda del comedor. “Ya va siendo hora, llevo cuatro años viniendo aquí casi cada día”, explica. Ana le coge del hombro y le sonríe, emocionada.


Antes de despedirse, Ana nos cuenta que están a punto de hacer una recogida de alimentos: “Durante esta semana, el colegio Juan XXIII colabora con nosotros”. La voluntaria insiste en que si como mínimo, consiguen un alimento por niño, y hay más de 400 alumnos, ya han ganado. Anteriormente esta recogida solidaria estaba destinada a Cáritas y Cruz Roja, que son fundaciones mucho mayores, pero mediante una asamblea se decidió que los productos y alimentos recaudados se donarían al comedor. “Hay mucha gente implicada en esta causa”, explica.


El catering es un modelo de comedor social totalmente innovador. Le preguntamos a Ana si cree que otros comedores podrían adoptar este modelo de funcionamiento, La voluntaria ríe y niega con la cabeza: “Es un proyecto del padre Toni, es algo diferente y yo no he visto nunca nada igual”.


Los comedores sociales tradicionales se sustentan gracias a bancos de alimentos y a ayudas institucionales, mientras que Catering Social es ajeno a estas entidades. Tal y como explica el padre Toni, “preferimos sobrevivir gracias a nuestros propios recursos, implicarnos con el Ayuntamiento nos quitaría libertad, porque aumentan los intermediarios en el servicio, y baja la calidad”.

Comida del Catering Social TK - Foto por Marina Salvador

El futuro es negro. Los beneficios de Catering Social son escasos, de hecho tal y como explica Jose, “cada semana gastamos unos 700 euros en comprar la comida, y recogemos unos 500. Las donaciones y la fundación cubren ese margen, pero no sabemos hasta cuándo lo harán”. María se emociona: “Hoy estamos, pero a lo mejor dentro de seis meses no. Será una pena, pero bueno”.


Es por este mismo motivo que los voluntarios viven al día a día, pero no saben si este proyecto podrá sobrevivir. De todos modos, insiste en que cada vez el catering es más conocido y acuden más vecinos, una buena noticia para este pequeño local. Al principio acudía muy poca, gente, “porque pensaban que solo podías comprar si venias derivado de servicios sociales”, explica María.


Ante las declaraciones de los voluntarios del comedor sobre la problemática con las ayudas y la escasez de recursos con los que cuenta la ciudad, es necesario conocer la versión de la otra cara de la moneda, los servicios sociales. Desde el Departamento de prensa únicamente recibimos negativas para concertar entrevistas, y ante preguntas sobre si los servicios que ofrecen son insuficientes, obtenemos el silencio como respuesta.  Así lo hicieron también los voluntarios del comedor. María, la cocinera, dice que prefiere no opinar, y no decir cosas sobre las que se pueda arrepentir en un futuro.


Las políticas que hacen referencia a los comedores sociales son escasas. Sin embargo, el próximo 26 de mayo se celebran las elecciones municipales, y quizá cambie la situación en Terrassa. Sin embargo, son pocos los partidos que en su programa hacen referencia a las necesidades de los más desfavorecidos.


Desde PSC proponen mejorar el tratamiento de la gente dependiente, ofreciendo un servicio de comida a domicilio para personas con movilidad reducida. Colaborarán con El Rebost para dignificar la recogida de alimentos e implementar el sistema de la tarjeta monedero. No mencionan en ningún momento comedores sociales.


Desde otros partidos como Terrassa en Comú, afirman que quieren garantizar el derecho a la alimentación de todas las personas, hacer becas de comedor, y hacer recogidas de alimentos. De nuevo, nada sobre comedores sociales. Por otro lado, la CUP propone en su programa de tratar de facilitar el acceso a comida y agua a las personas en peligro de exclusión, y quieren adecuar los criterios para dar la licencia de comedor, centrando estos criterios en la economía social y la solidaridad.


Ningún partido habla del problema de los comedores sociales. No se proponen alternativas a esta situación, cuando la realidad es que se necesitan más comedores sociales y más plazas, puesto que el número de necesitados es cada vez mayor, y los servicios existentes no pueden abastecer la situación.


Ningún partido que se presente a las elecciones municipales habla de los comedores sociales.

Como conclusión, podemos decir que en Terrassa el problema es grave. Un ayuntamiento que no cumple las normativas y delega el trabajo del municipio en organizaciones privadas, hecho que provoca la saturación de los recursos y la exclusión de personas necesitadas. Falta un programa que promueva la justicia social, y que sea capaz de tratar otros problemas complementarios a la pobreza, como la exclusión o las adicciones.


Es cierto que la administración tiene muchos gastos, pero su silencio es una clara respuesta sobre su postura ante el tema. Las políticas invisibilizan este tema, que se ha convertido en un tabú social. Sin perspectivas de cambio, el porvenir de las labores solidarias es complicado, no tienen ni el espacio ni los recursos suficientes para llevar a todos los usuarios hacia adelante.


Catering Social, por su parte, tampoco tiene un futuro fácil. Están preparando nuevos proyectos, entre ellos la asistencia a ancianos en situación de precariedad. También tienen ideados actos de recogida de recursos para seguir hacia adelante. La labor de organizaciones como Catering Social son las que marcan la diferencia, pero corren peligro.


En Terrassa queda mucho por hacer. No se puede ignorar a 40.000 personas que viven en estado de pobreza. La organización de las instituciones debe cambiar, para garantizar el cumplimiento de los derechos y las necesidades básicas de las personas. Porque como decíamos al principio, comer no es un capricho.


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Escucha a Catering Social TK:


A continuación, algunas fotos del Catering Social TK, su comedor y los voluntarios que hacen que todo sea posible.



Jose Manuel Morcillo

Carolina Gramunt

Raquel Triano

Marina Salvador

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